"De él se dice solo su claro nombre y basta", escribió Miguel Machado para definir al compañero del Cid Campeador. Hoy, parodiando al gran poeta andaluz, empleo ese hermoso verso cuando tengo que hablar del artísta Antonio López Alarcón que, tras una vida dedicada al arte, ha dejado con su obra, un testimonio imperecedero de la valía de sus cuadros y de la honradez de su trabajo. Pintor, escultor, ceramista, dibujante... todas las técnicas, todos los temas, todas las escuelas se dan cita en el trabajo laborioso de este hombre nacido para el arte.

El maestro de la crítica del siglo XX, D. Antonio Cobos, lo catalogó como "el maestro del paisaje" y es bien cierto que es en ese tema donde alcanza las más altas cotas que se pueden lograr con el lápiz y el pincel. No vamos a entrar en terrenos de la crítica que nos merece la obra de López Alarcón ya que estas breves líneas solo tienen por objeto presentar al maestro y amigo con el que he compartido realidades y sueños, pero si añadir que, junto a esas naturalezas entonadas en azules y rojos que son un ejemplo del dominio del color, es el que define de una manera clara los valores del artista, hay otro tema de tanta valía como él que es el retrato, donde consigue fijar los rasgos característicos del modelo, desde los fisonómicos a los elementos simbólicos que revelan su actividad, posición u oficio, como lo acreditan los personajes de la vida pública que el maestro ha inmortalizado.

Y para terminar esta breve presentación del artista, me voy a permitir ofrecer al probable lector, un soneto nacido en el Albaicín granadino con ocasión de una estancia del artista en la bella ciudad. En él, de nuevo el paisaje se convierte en protagonista de su arte:

No era solo la luz, era la vida
que late en el celaje de Granada
lo que captó tu mano enamorada,
lo que plasmaste en tela ennoblecida

El sol que viste, cuando ya rendida,
la tarde, como novia engalanada,
bordeaba los llanos, resignada
a perder, con la noche, la partida

volvió a salir iluminando el cielo
prendió fuego a la nieve del Veleta
y fué toda la Alhambra un corazón...

Echó la Vela su campana al vuelo
y un gitano llamaba a su placeta
"el estudio de López Alarcón"

Luis Hernández del Pozo
Miembro de la Asociación Nacional e Internacional de Críticos de Arte

 
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